El parador del camino

En un club nocturno bañado por humo y luces de neón, el propietario controla el escenario y la sala con mano firme, pero su mundo se tambalea cuando queda prendado de una cantante que interpreta baladas cargadas de melancolía. La mujer, con una voz capaz de desarmar a cualquiera, despierta en él una obsesión que pronto nublará su juicio y le hará ver enemigos donde antes había camaradería.

Su mejor amigo, que también ejerce como manager del local, se convierte sin querer en el rival amoroso más peligroso: entre la lealtad profesional y la atracción personal surge un triángulo que enciende celos implacables. Para proteger lo que cree suyo, el dueño no duda en urdir una trampa y acusar al amigo de malversación, contaminando la confianza y provocando una caída lenta pero segura de las relaciones que sostienen el club.

La historia se despliega como un melodrama de sombras, donde el amor, la traición y la ambición se entrelazan hasta un desenlace inevitable. La atmósfera del local —la música, las miradas escondidas, las sonrisas rotas— sirve de telón a una reflexión sobre hasta dónde llega la posesión cuando se confunde con el afecto y cuánto cuesta pagar por la propia obsesión.