La última cena

Un grupo de jóvenes idealistas, hastiados y frustrados por el clima político, decide llevar su activismo al extremo: invitan a su casa a comentaristas ultraconservadores para someterlos a veladas en las que, poco a poco, ceden a la tentación de asesinarlos por sus opiniones. La película utiliza este planteamiento radical para construir una comedia negra que arranca risas incómodas y va deslizándose hacia el suspense y la confrontación moral.

A lo largo del metraje se ponen en escena discusiones ardientes sobre ética, justicia y fanatismo, mientras la dinámica del grupo revela rencores personales, hipocresías y la fragilidad de sus convicciones. El humor ácido convive con la violencia y el remordimiento, y cada nuevo acontecimiento obliga tanto a los personajes como al público a replantearse dónde termina la protesta y dónde empieza la barbarie.

Lejos de ofrecer respuestas fáciles, la película plantea preguntas incómodas sobre los límites de la acción política y las consecuencias de considerar a quienes piensan distinto como enemigos irredimibles. Su mezcla de satira, tensión y drama la convierte en una obra provocadora que sigue resultando pertinente, invitando a la reflexión sobre el precio de la intolerancia y la responsabilidad individual dentro de cualquier causa.