Blackout

Charley, un artista de un pequeño pueblo, es un hombre atormentado cuyas borracheras se entrelazan con la sospecha de que podría convertirse en un hombre lobo. Sus noches confusas y violentas se mezclan con amaneceres de resaca y culpa, hasta el punto en que él mismo no distingue si sus actos son fruto de un monstruo interior o de su propia autodestrucción. La película sigue su descenso con una mirada cruda y sin concesiones.

A medida que Charley se aísla, se distancia de quienes aún le aman y se hunde en una soledad que parece alimentar sus peores miedos. Fragmentos de memoria —retazos borrosos de noches sangrientas— emergen y se materializan en sus obras: pinceladas violentas, manchas que recuerdan huellas y rostros distorsionados que actúan como confesiones sin palabras. Su arte deja de ser solo creación para convertirse en un espejo inquietante de lo que posiblemente hizo.

La narrativa construye una atmósfera opresiva donde la línea entre la realidad y la pesadilla se diluye, obligando al espectador a cuestionar la naturaleza del mal y la fragilidad de la identidad. Es una exploración sobre la culpa, la adicción y la monstruosidad, una película que deja una sensación de escalofrío y una pregunta persistente: ¿puede un hombre escapar a lo que lleva dentro?