Alex es un estudiante de primer año que se ha encerrado en sí mismo, convencido de que sus compañeros ya tienen resuelto eso de la universidad mientras él se queda al margen. Obligaciones, inseguridades y la soledad en una residencia universitaria dibujan su rutina hasta que una noche decide dar un salto y asistir a una fiesta en Shithouse, el lugar del que todos hablan.
En medio del ruido y la desordenada energía de la fiesta, Alex conoce a Maggie, y entre conversaciones sinceras y momentos torpes surge una conexión inesperada y potente. La película captura con humor y sensibilidad ese instante en que dos desconocidos se reconocen y se atreven a mostrar sus grietas, lejos de las máscaras sociales.
Esa noche cambia la perspectiva de Alex: lo que parecía una simple noche de fiesta se convierte en un punto de inflexión que le obliga a confrontar sus miedos y a replantearse cómo quiere relacionarse con los demás. Shithouse es un relato íntimo sobre la vulnerabilidad, el anhelo de pertenencia y el paso de la adolescencia a la vida adulta, contado con honestidad y ternura.